Relato IV: El compromiso

La fiesta de compromiso avanza, la farsa está a punto de acabarse.

Finas telas cubren a los invitados mientras sostienen brillantes copas. Siempre a su alcance, relucientes bandejas de plata en manos de los eternos desconocidos.

Las voces y susurros se suceden, bailando al compás de la música de la orquesta instalada sobre la tarima.

— “Una celebración maravillosa”

—“Será una novia inolvidable”

 —“La muchacha más bella y elegante”

Inmerso en el mar de cuerpos se encuentra mi prometido. Su sonrisa es la respuesta a los halagos, y también a la certeza de que todo cuanto le rodea será suyo por más que yo no quiera.

No lo hubiera elegido de tener opción, solo busca una fortuna que sumar a la que ya tiene, y lo hace del peor modo posible. Si estuviera aquí, mi familia tampoco lo hubiera permitido pero los falsos amigos saben hacer bien las cosas.

Como muestra, llevo once meses secuestrada en mi propio hogar. Mis padres tienen las manos atadas, al igual que mis hermanos: Si ponen un pie en el pueblo, me matarán. Puede que no sea cierto pero no van a arriesgarse. Prefieren verme casada con una rata a que éstas se disputen mi cadáver. Así los frenan a ellos, del mismo modo me condicionan a mí. Si mi hermana pequeña no estuviera encerrada en el sótano, les hubiera hecho frente.

Los traidores se acercan. Caminan entre los invitados sin mostrar su verdadero rostro. Al observarlos, hasta parecen preocupados por la ausencia de mi familia. Aseguran que cuidarán de mí después de casarme con su hijo como lo llevan haciendo este tiempo. Dicen que me quieren, que me consuelan cada noche. Ponen en mi boca palabras de las que no he dicho ni una sílaba.

Y todos los presentes sospechan algo. Permanecen ajenos a una evidencia que comparten en la intimidad de sus casas o con sus amigos. Todos nos conocen, por mucho que mi padre se hubiera trasladado por trabajo, mi familia jamás me dejaría sola tanto tiempo. Lo saben y les da lo mismo. Nuestra desgracia es su alimento. No se puede poseer la mayor fortuna del país y tener amigos.

Aquí vienen, ya los tengo delante y hago un esfuerzo sobrehumano por no golpearlos.

—Sisi, querida —me dice la mujer que pretende ser mi suegra—. Sonríe.

Su marido lo hace por mí, como también lo hace su hijo.

—Deberías estar radiante. Es el día más importante de tu vida.

Tal y como llegaron se alejan, me dan la espalda con la tranquilidad del que tiene el éxito asegurado. Ellos también son una familia influyente. No hay quien les plante cara y los que sí podrían están de su parte.

No será así por mucho tiempo.

Antes del alba, mientras todos duermen, aquel que recogió sus coches y se los devolvió con una reverencia, aquel a quien no dedicaron ni una sola mirada, el dueño de mi corazón, será el que ponga fin a esta locura.

Estaba a mi lado antes de que llegaran y nada lo ha ahuyentado. Él ha convencido al servicio de esta mansión y de otras de que entren en un juego que les es tan indiferente como a nosotros nos lo son ellos. Y lo harán.

Mañana los que sonríen estarán fuera de esta casa y los que los apoyan en su contra, para evitar que los secretos que tanto guardan se vean expuestos.