Relato V: Caperucita Feroz

 

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En la pequeña cocina, la discusión no había hecho más que empezar. El hasta ahora feliz matrimonio veía el problema de forma muy diferente.

Preocupado y con una extraña sensación de pánico, el hombre ponía al tanto a su mujer.

—He conseguido que el doctor no diga nada. Constará como que a tu madre le dio un infarto, pero me ha dicho que debemos llevar a la niña a un especialista.

La mujer, más nerviosa y angustiada, estaba de pie sosteniendo entre las manos un rosario.

—Un especialista, sí. El reverendo…

—Que no está poseída. ¡Maldita sea! ¿Cómo puedes siquiera pensarlo? —protestó el hombre. No reconocía a la mujer con la que llevaba diez años casado.

—Por favor, te lo suplico —sollozó ella—. Sabe lo que ha hecho,  me dijo que le había echado todas las medicinas en el té para que todo mal desapareciera. ¿Cómo explicas eso?

Masajeándose las sienes, yendo de un lado a otro de la cocina, el hombre negó con la cabeza.

—Tu madre siempre echaba su medicación en el té. Decía que así le era más fácil porque el agua le revolvía las tripas. La niña lleva viéndola hacer esto día tras día desde el último achaque. ¿Qué crees que pasó por su cabeza?  Si la medicación es buena, si una pastilla la alivia… ¿por qué no todas?

La mujer negó con la cabeza. Su mirada estaba perdida y los momentos en los que su marido hablaba los aprovechaba para susurrar sus plegarias.

—Me lo dijo, ¡me lo dijo! Me dijo que así dejaría de estar mala, que podría irse con el abuelo, que… —Rompió a llorar—. Sabe lo que ha hecho y no se arrepiente…

—¡Es una niña, está enferma! —gritó el hombre fuera de sí—. ¡No sabe lo que ha hecho!

En el salón que hacía de entrada a la casa, Caperucita torció el gesto. No le gustaba que sus padres discutieran, le molestaban los gritos y hacían que le sudaran las palmas de las manos. Mejor no interrumpirlos.

Como cada día, cogió su capa roja y salió con la cesta donde llevaba su merienda. Atravesó el tramo de bosque que separaba la casa de sus padres de la de sus abuelos, atenta por si los lobos aparecían.

Solo una vez había visto uno y, a decir verdad, no le tuvo miedo. Era como un perro… salvo por los ojos, tenía una mirada rara. No pudo examinarla mucho rato, los cazadores siempre estaban por la zona y uno de ellos lo había ahuyentado con un disparo al aire.

De lobos sabía lo que le contaba su abuelita. Ella aseguraba que los más osados se metían en las casas, se comían a la gente y, si algún cazador aparecía, se hacían pasar por las víctimas para también comérselos.

Esto había preocupado mucho a Caperucita durante unos días. Cuando al fin había sido capaz de exponer sus quebraderos de cabeza a la abuelita, ella se había reído y le había dicho que no se preocupara, que era fácil reconocerlos si se observaba bien. Lo importante, lo que no podían ocultar fácilmente, eran sus ojos, sus orejas y su boca…

Cómo echaba de menos la risa de su abuela, sus cuentos y sus tortitas. Hacía meses que no la escuchaba más que lamentarse y eso la había puesto tan triste que pensó que lo mejor sería terminar con todo. Ella solía decirlo, Caperucita estaba un poco confusa, pero juraría que hasta le había pedido que todo terminara. Sí, seguro. Una tarde, le había dicho que estaba cansada de vivir en esa cama, que pronto no podría andar y que no soportaría ser una molestia. Luego se había quedado medio dormida. Era raro, entonces la había llamado por el nombre de su madre.

Absorta en sus recuerdos, Caperucita ni siquiera vio a uno de los cazadores que la saludó desde un lado del sendero que atravesaba.

El cazador siguió a Caperucita con la mirada, viéndola encaminarse a la pequeña vivienda perdida entre los árboles. Le dio mucha lástima. A juzgar por cómo caminaba absorta, lo niña estaba llevando realmente mal la muerte de su abuela.

Fue tras ella, seguro de que alguien tendría que consolarla cuando la realidad la engullera y le mostrara una casa desierta.

A distancia, entre los árboles, la vio coger una llave de debajo del felpudo y abrir la puerta, lanzando al aire un jovial saludo. Al cazador se le partió el alma. Tenía que entrar y llevarla de vuelta con sus padres.

En cuanto atravesó el umbral de la casa, el cazador se detuvo y agudizó el oído. Si este no le fallaba, la niña estaba hablando con alguien.

—Abuelita, abuelita, que orejas mas grandes tienes —decía la niña.

Una voz infantil, mucho más grave, le dio la réplica.

—Son para oírte mejor.

El cazador avanzó lentamente, buscándole sentido a lo que oía.

—Abuelita, abuelita, que ojos mas grandes tienes —dijo Caperucita.

—Son para verte mejor —aseguró la voz grave.

El cazador se asomó a lo que había sido la habitación de la abuelita y se encontró a caperucita de pie frente a un espejo de cuerpo entero.

—Abuelita, abuelita, que boca más grande tienes —se decía a sí misma.

Con la réplica, un escalofrío recorrió el cuerpo del leñador. El gesto afable, inocente y bello de la niña se transformó. Las facciones parecieron más duras y a sus ojos asomó una fiereza afín a la de los mismísimos lobos. Seguía siendo Caperucita y al tiempo no quedaba absolutamente nada de la niña.

—¡Son para comerte mejor! —exclamó con aquella voz grave, al tiempo que se agarraba la cabeza para estrellarla contra el espejo, haciendo añicos el cristal.

 

 

 

 

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12 Responses to Relato V: Caperucita Feroz

  1. mocauy 26 mayo, 2014 at 20:48 #

    HOLA !!!! sorprendente !!! una caperucita diferente…mala o mejor perturbada. Me gustan los relatos, sigue publicando….Hablamos….

    • nesa 29 mayo, 2014 at 0:20 #

      ¡Hola, Mocauy!
      jajaja muy, muy perturbada. Me alegra que te haya gustado.
      Muchas gracias por pasarte!! Hablamos…

  2. Mientrasleo 26 mayo, 2014 at 22:38 #

    Ostras que bueno! Como me gustan estas versiones o revisiones…
    Besos

    • nesa 29 mayo, 2014 at 0:24 #

      ¡Me alegra que te haya gustado!
      La verdad es que dan un juego jejeje ¡Pobre Caperucita!
      Besos y gracias por pasarte!!

  3. Alex 27 mayo, 2014 at 0:26 #

    Justo hoy le estaba contando el cuento de Caperucita a mi hija para dormir. Este es mucho mejor.

    Me ha encantado!!

    • nesa 29 mayo, 2014 at 0:27 #

      ¡Gracias, Alex!
      Me alegra que te haya gustado!!

  4. Canopus309 27 mayo, 2014 at 22:52 #

    Hola Nesa,

    Muy bueno, me ha gustado mucho y me ha impresionado el final. Después de tantos años Caperucita sigue sorprendiéndonos, gracias por compartirlo

    • nesa 29 mayo, 2014 at 0:29 #

      ¡Gracias a ti, Canopus!
      Genial que te haya gustado. Sí, Caperucita de para mucho jejeje
      ¡Besos!

  5. Carolina Aguilar Vélez 28 mayo, 2014 at 16:35 #

    ¡Wow! Fascinante el giro que le has dado a este clásico infantil. Me encantó.

    • nesa 29 mayo, 2014 at 0:28 #

      ¡Qué bien, Caro!
      Me alegra mucho que te haya gustado.
      Un beso y gracias por pasarte!!

  6. Valaf 28 mayo, 2014 at 19:57 #

    REDIÓS, NESA!!!!, que mi mamá me lo contaba de pequeño…..CÓMO HA CAMBIADO EL CUENTO, buahhhhhhhhhhhh…

    Pero mira, otra versión:

    https://www.youtube.com/watch?v=pMzeGSIVbT4

    Un besazo!!!!

    • nesa 29 mayo, 2014 at 0:37 #

      jajajajaja ¡Menuda terapia le ha hecho el lobo! jajajaja No lo conocía, que bueno. De la serie me quedaron un montón de capítulos por ver.
      Sí , esta versión mejor no contarsela a los peques… ¡aunque las hay peores! jajajaja
      Un besazo, Valaf, gracias por pasarte!!

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